domingo, 4 de marzo de 2018

CARIDAD

Ayer fui a una misa de duelo, de esas que la familia celebra una semana después del entierro. No recordaba lo tétricas que son, todo el rato hablando de muerte y más muerte. Terrible. Y eso que ami me enseñaron en el colegio que Dios es amor. En el momento de pasar el cepillo el cura recordó que lo recaudado se destinaría a caridad, y bastó esa frase para recordar algo que me pasó hace muchos años, en el colegio, a colación del viaje fin de curso.
Estudié en un colegio religioso y cuando terminaban mis estudios se organizó el viaje de fin de curso. Duró la preparación un par de años y recuerdo que hicimos de todo para sacar dinero, como se decía, hasta meternos en un partido de fútbol a vender rifas (creo que ha sido la única vez en mi vida que he estado en un partido). Pasado el tiempo, llegando ya el momento de viajar, en una de las clases de religión se nos presentó la sugerencia de renunciar al viaje y de entregar todo el dinero recaudado (una minucia, pero para nosotros era un potosí) a "las misiones de África para comprar un tractor". Aquello abrió un encendido debate entre nosotros, imberbes de 16 años, que finalmente concluyó, entre grandes dosis de complejo de culpabilidad,  que nos íbamos de viaje. 
Han pasado ya muchos años y la Iglesia sigue utilizando los mismos argumentos, las cosas no varían. No sé qué pasó con aquella aldea a la que le faltaba un tractor, espero que lo pudiesen comprar, quizá con alguna limosna de algún obispo que decidió gastar algo menos en la remodelación de su vivienda.

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